Ximena y yo

publicado en: Piedra, Cuentos Despistados | 4

Aparecí mojado en un lugar oscuro. Permanecí allí unos veinte minutos que me parecieron eternos. Después fui expulsado de aquel lugar a otro blando y suave.

Parecía haber pasado del infierno al paraíso pero no fue así realmente.

De repente con un clic se hizo la luz, miré a mi alrededor y sólo aprecié blancura. Una blancura infinita.

Allí me quedé inmóvil sin saber que hacer durante unos minutos hasta que sentí que dos grandes ojos me miraban. Después oí una respiración profunda y entrecortada. Parecía que trataba de pronunciar algo pero, en ese momento, no fue capaz de articular sonido alguno. Más tarde se oyó un grito…algo parecido a ¡AAAAAHHHHHH ! Vi como la figura huía despavorida. Yo también salí corriendo totalmente desorientado hasta que me refugié en los pliegues de ese desierto blanco.

Después comenzó la caza.

Otra figura enorme trataba por todos los medios de atraparme. Yo no sabía por qué. No tenía ni la menor idea.

Me asediaba. Me cercaba. Y yo allí escondido, muerto de miedo.

Después de unos momentos de angustia la figura desapareció. Pude salir de mi escondrijo. Busqué una salida pero no había forma de escapar. ¡ Estaba encerrado! Había memorizado la vía de escape pero físicamente era imposible salir de aquel lugar. Aún así parecía haber pasado la tempestad y ahora todo era calma. Lo creí así pero después de aquel instante aparecieron más «gigantes». Dos figuras se adentraron en el lugar donde me encontraba. Me escondí buscando seguridad pero ellos empezaron a mover todas las cosas que se encontraba a mi alrededor. Pretendían darme caza a cualquier precio aunque no les puse las cosas fáciles.

Aquello parecía un terremoto…las cosas variaban de un lugar a otro mientras esos seres extraños trataban de apresarme. Si me refugiaba debajo de una cosa de madera o de metal, inmediatamente la movían para atraparme.Yo danzaba de un lado a otro buscando un escondrijo seguro hasta que, sin escapatoria, esos seres obstinados me enjaularon en un lugar oscuro y reducido. Oía cómo se reían y cómo mi corazón latía a mil por hora y así pensé que me había llegado la última…la última hora.

Sentía cómo me transportaban a algún lugar.

Un minuto

Dos minutos

Tres minutos

Sentí el aire fresco. Sentí un montón de hojarasca a mi alrededor. Me refugié entre ellas. No podía creer que estuviese vivo. Me quedé un instante allí mientras observaba como los gigantes iban desapareciendo en la lejanía.

Mi corazón se tranquilizó y después me dirigí a casa con los míos.

He compartido esta historia con otros ratones que también tuvieron contacto con estos seres. Hemos hablado de estas «abducciones extrañas» y todos hemos concluido lo mismo.

A partir de ese momento no hemos sido los mismos.

Fin

 

Texto: Jose Paniagua

Ilustración: Juan Palacio

ximena-y-yo 2

4 comentarios

  1. Juan Manuel

    Que vivan los ratones de Bremen.

    Siempre los recordaremos y sobre todo al otro ser extraño que ayudo a cazarlo.

    Muchos recuerdos.

  2. Johnd469

    Hello there! This post could not be written any better! Reading this post reminds me of my good old room mate! He always kept talking about this. I will forward this page to him. Fairly certain he will have a good read. Thank you for sharing!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *