Todo el mundo ha sentido alguna vez sombras.
Las sombras son de diferente índole y no siempre tienen que ser oscuras o terroríficas.
Mis sombras en cuestión son aquellas percibidas en sueños.
Tenía ocho años y mi hermano cinco. Dormíamos en la misma habitación y compartíamos, por ello, algunos sueños.
Era la víspera de reyes. Nos recostamos en la cama a eso de las cinco de la tarde y empezamos a escribir la carta a los reyes magos. Inquietos no parábamos de movernos y así, poco a poco, la noche se fue acercando.
Después de haber terminado la carta nos fuimos a cenar. No hablamos durante la cena (debido a que ya habíamos empezado a sonar) y después con un beso de buenas noches nos despedimos de nuestros padres. Subimo
s las escaleras con un tembleque en las piernas imposible de disimular. Rápidamente nos quitamos la ropa y con un movimiento casi imperceptible nos pusimos los pijamas y con la velocidad del ra
yo nos metimos en las camas. Tratamos de dormir pero fue imposible. Cerrábamos los ojos con fuerza pero era imposible dormir. Nos mirábamos y sólo veíamos vigilia. Después de muchos intentos tuve una idea. Me levanté y susurré a mi hermano el plan. Él tenía un brillo en los ojos que denotaba que estaba de acuerdo con el plan.
Me quedé despierto y le dije: duerme. El durmió.
El plan era quedarse despierto por turnos para así cazar infraganti a los Reyes Magos. Sería maravilloso verlos en plena acción. Maravilloso compartir con ellos el sueno. Nuestros sueño.
Después llegó el siguiente turno. Desperté a mi hermano y en menos de un minuto me sumí en un profundo sueño. Mi hermano vigilaba. Vigilaba. Parpadeaba. Dormitaba. Soñaba.
Y así los dos soñábamos.
Unas horas más tarde escuché un ruido afuera. De repente me desperté somnoliento. Observé a través de la ventana como una sombra enorme se movía. Increíble. Era la sombra de un camello gigante como de aproximadamente tres o cuatro metros. Impresionante. La sombra desapareció del mismo modo que había aparecido y después caí en un sueno profundo.
Al día siguiente, al pie de la ventana donde había visto la sombra, estaban los regalos. Ese día no le di demasiada importancia a los regalos; sólo tenía en mente la sombra. Esa sombra mágica.
Han pasado más de veinte años y sigo pensando que esa sombra fue real. Siempre que cuento esta historia la veo de nuevo…inmensa y encantadora. Ahora está aquí, a mi lado, rozándome con su frescura y empapándome de sus sueños.
Ilustración: Juan Palacio
Texto: Jose Paniagua
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