hasta que…
de repente se oyó un estruendo. La nave espacial empezó a agitarse bruscamente y la velocidad empezó a aumentar poco a poco.
Los hermanos DUFFOR trataban de controlar los mandos sin éxito.
Las estrellas se tornaron luces lejanas y los planetas rocas inertes flotando en la inmensa oscuridad. La velocidad de la nave espacial contrastaba con la soledad del universo que se sentía crecer infinitamente.
Los hermanos DUFFOR intercambiaron una mirada de angustia y tristeza. Quizás como una mera despedida mientras la nave espacial iba sumergiéndose en las tinieblas de lo infinito.
Sus sueños daban vueltas de forma frenética en el aire convirtiendose en una enorme pesadilla. De la misma forma los movimientos bruscos y los ruidos ensordecedores demostraban que la pesadilla era real, muy real.
Todo estaba perdido.
Los mandos no respondían.
La temperatura ascendía con rapidez.
La presión gritaba sin control.
Los motores empezaban a delirar .
El combustible a punto de agotarse.
Todo estaba a punto de desaparecer en el seno de lo desconocido y maravilloso. Todo parecía ser engullido por el ruido angustioso del silencio absoluto.
Los dos hermanos se miraron una última vez y con los ojos llenos de lágrimas se abrazaron dejando la nave en manos del destino cruel capitán de la muerte y la desesperanza.
Se sintieron perdidos y a su vez se encontraron cuando abrazados esperaban desintegrarse en el oscuro abismo de la muerte.
TextO: Jose Paniagua
Ilustración: Paula Cabildo
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