Lentamente inició el camino. Pausadamente descendió la colina mientras apartaba dificultosamente las piedras que se iba encontrando en su andadura.
Inquieto por no llegar a su destino en el tiempo previsto, se perdía en pensamientos llenos de miedo y dolor. De terror y pánico.
Bebiendo el agua de la vida recordó instantes de una felicidad desbordante. Y sin sed, casi embriagado, siguió caminando alimentándose del mundo que le rodeaba.
Entregándose a su dicha, se enfrentó a los monstruos que le acorralaban en su cabeza mientras su camino se iba tornando más delicioso. Así empezó a saborear los instantes del presente.
Riendo a carcajadas disfrutaba y se alegraba al mismo tiempo que su trotar frente a aquellos parajes le iba enseñando a degustar cada brote de vida.
Todo cambió de repente y sus miedos desaparecieron con un ¡PLUF! PLUF! que perturbó, por un instante, el equilibrio natural de aquel mundo mágico.
Andando … experimentó extraordinarias sensaciones al darse cuenta de su respiración, del tiempo detenido, del ritmo de su corazón…
Definitivamente llegó a su destino. Y allí, bajo el brillo de la luna que le acompañó fielmente inhaló y expiró profundamente envolviéndose del aura preciosa del instante mismo, del ahora, del presente… que sólo a él le pertenecía.
Texto: Jose Paniauga
Ilustración:
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